Hubo una vez en la región de los aztecas, conocida como Cutzamala de Pinzón, una hermosa joven llamada Eréndira, la cual despertaba admiración en todos los que la conocían por su increíble belleza. Su melena era larga y negra como el azabache, su sonrisa blanca como la luna y sus ojos como dos estrellas. Ella además, siempre había mostrado un carácter noble y alegre, pues jamás lo pensaba dos veces antes de ayudar a los demás o hacer reír a quienes lo necesitaban.
Era pues, una muchacha muy querida por todo el mundo. Y sin darse cuenta había llamado la atención de una poderosa deidad: Apatzi, el dios de la muerte, quien estaba dispuesto a hacer lo que fuera por tenerla.
Un día, Eréndira conoció a un apuesto joven llamado Cuautli, el cual correspondió sus sentimientos. Cuautli no tenía demasiado que ofrecerle, sin embargo le gustaba trabajar y todos los días salía a cultivar sus tierras. Cuando Eréndira y él se comprometieron para casarse, comenzó a construir con sus propias manos la casa en la que ambos vivirían. A ella no le importaba que no tuvieran riquezas, ni comodidades como los grandes señores. Estaba segura de que su amor era suficiente para vencer todas las adversidades.
Apatzi, al ver el fuerte vínculo que compartían los dos amantes, se sintió furioso y lleno de celos. Trazando un plan para separarlos se presentó ante Ticatame, señor que gobernaba en Cutzamala , para ordenarle que sacrificara a Eréndira en su honor. Solo así podría satisfacer su malvado apetito y vengarse del desprecio de la muchacha.
Demasiado asustado como para desobedecer, Ticatame ordenó que se preparara todo para el sacrificio. Apatzi lo había amenazado con sembrar enfermedad, guerra y muerte entre su pueblo si osaba llevarle la contra.
Al enterarse de su destino, Eréndira salió para ofrecer una última danza a su pueblo, a manera de despedida. Y bailó con tanta pasión y tristeza, que la gente se conmovía al ver sus pasos, quemando incienso y arrojando flores para agradecer su generosidad. Nada más terminar la danza, el sacerdote que llevaría a cabo el sacrificio pronunció un extraño sermón, al que nadie le quiso prestar demasiada atención.
—Un día no muy lejano, vendrán personas de tierras lejanas para acabar con nuestra civilización. Caeremos prisioneros de ellos y todo cuanto conocemos desaparecerá bajo sus propias costumbres.
Eréndira finalmente fue sacrificada, calmando la ira del dios Apatzi y por tres días, Cuautli la lloró amargamente, junto a la piedra en donde había ofrecido su vida. Al tercer día, cuando fueron a buscar el cuerpo sin vida de la joven, los habitantes de Cutzamala se sorprendieron al encontrar un lirio y un rosal, que florecían abrazados el uno al otro. Eran las almas de los enamorados.
Cinco lustros más tarde, la profecía pronunciada por el sacerdote terminó por cumplirse. Los españoles llegaron de Europa y transformaron a los pueblos indígenas que habitaban aquellas tierras. No obstante, se dice que el lirio y el rosal permanecieron intactos a lo largo de los siglos.
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