Una madre tuvo un niño cuya edad era de 7 años, este era un niño tan dulce que era imposible conocerlo y no amarlo, todos estaban felices a su lado, el pequeño era un ser muy especial. Para tristeza de su madre, el pequeño enfermo de gravedad y partió al cielo.
Como todos comprenderán, no había hora, ni día que la pobre mujer dejara de llorar incansablemente. Era tan grande su dolor al perder a su único hijo,, que el niño empezó a aparecer por todos los lugares donde el jugaba y había sido feliz en su hogar. Cuando su madre dormía el también dejaba de llorar y se iba.
Pero un día después de ver a su madre como lo lloraba, se le presento a ella envuelto en un manto muy blanco y brillante, se acerco lenta y amorosamente a ella, se sentó a su lado y le dijo:
-«Mamita, soy yo tu niño, quiero que sepas y veas que cuando tu lloras por mi, mi manto aparece muy húmedo y no se puede secar a causa de tus lágrimas, así retrasas mi viaje a Dios. Por favor mamita, ya no llores mas por mi, porque estaré bien al lado de Dios, es Él quien me llamo a su lado»
Después de oír estas palabras, la madre se puso a pensar y decidió no mas llorar por su hijo buscando mucho consuelo en Dios. Más tranquila un día el pequeño se presento ante su madre y le dijo:
-«Ya ves mamita, ahora mi manto si se mantiene seco, ahora si puedo marchar muy cerca de Dios, quédate tranquila. Así es como el niño se fue muy feliz al cielo con Dios y no regreso mas alegrando a su mamita y consolándola desde allí todos los días de su vida.
Es mejor aceptar la voluntad divina.
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