Un padre tuvo ciertas dificultades económicas, pero al ver que llegaba una fecha especial en la que su hijo esperaría un regalo, se preocupo mucho. Pasaron los días y el no conseguía el dinero suficiente para comprar el regalo tan esperado por Mike, su hijo.
Un día, el padre escuchó en la radio que estaban sorteando mediante un concurso el tan ansiado juguete por Mike, solo por responder unas preguntas, muy nervioso el padre llegó hasta el lugar del sorteo, pero vio con sorpresa que no era el único. Había otro señor que iba con las mismas intenciones, en el preciso instante que llegaba él.
El padre de Mike, tenía un gran compromiso consigo mismo, pues anteriormente le había fallado mas de una vez a su hijo. Aunque realmente no había sido su intención lastimarlo, a veces los padres lo hacemos sin el propósito de decepcionar a un hijo, pero sucede y a un niño le cuesta mucho confiar otra vez. Por esta razón, el papá de Mike intentó por todos los medios ganar aquel juguete, pero no lo logró.
Llego el día del desfile en la escuela de Mike y su padre decidió disfrazarse de robot para así alegrar a su niño sin que este lo supiera. Al finalizar el desfile, como premio al mejor disfraz, oh casualidad, el padre se llevó de regalo un robot, justo el que Mike quería. Cuando el padre se acercó a su hijo para entregarle el regalo, el niño descubrió en ese momento a su padre y dijo:
-«Si voy a tener en casa un robot de verdad, mejor que el juguete sea para otra persona».
Ante la sorpresa de su padre en ese momento, por la nobleza de su hijo, el juguete lo recibió un señor que también lo quería para sus hijo.
El mejor regalo no es solo material, es el que se da con amor.
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