Leyendas Infantiles Cortas

El pastor y la tejedora

Cuenta una vieja leyenda que en lugar lejano de China, habitaba un pastor que era el más trabajador y generoso en sus tierras. Todos los días se levantaba muy temprano para ordeñar a sus vacas con cariño y sacarlas a pastar al campo. Aunque vivía de manera muy humilde, era feliz con lo poco que tenía, pues quería mucho a sus animalitos.

Un día, una de sus vaquitas se perdió y al ir a buscarla, la encontró al lado de una tejedora que hacía su labor junto al río. Era una muchacha hermosísima, de la cual el pastor se enamoró de inmediato. Más al ver la ternura con la que trataba a su vaca.

Ese mismo día ambos se hicieron amigos y desde entonces, el pastor comenzó a visitar a la tejedora, hasta que finalmente ella correspondió a sus sentimientos.

Lo que el joven no sabía es que ella, en realidad, no era una humana común y corriente, sino una diosa que había decidido bajar desde el cielo para vivir entre los hombres, a quienes guardaba un gran cariño. Por eso quería experimentar una vida común y sencilla, como la que llevaban los humanos.

Al cabo de un tiempo, la pareja se casó y tuvieron dos hijos preciosos: un niño y una niña que eran tan bondadosos como sus padres.

Sin embargo, cuando Wang Mu, la señora del palacio celestial en el que residían todos los dioses, se enteró de esto, se llenó de indignación al ver que una de los suyos se había atrevido a unirse con un humano. Le ordenó entonces a la tejedora que volviera o su familia pagaría las consecuencias.

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Llena de tristeza, ella se despidió de sus hijos y su esposo. No quería marcharse, pero mantener a sus seres queridos a salvo era lo más importante.

Cuando la tejedora se dirigió al palacio de su señora, el pastor fue tras ella, desesperado por recuperarla. Wang Mu, al ver esto, supo que no le podría impedir el paso a su morada, pues el amor que guardaba hacia su esposa era demasiado grande. Así que con un movimiento de su mano, hizo aparecer un arroyo que derramó sus aguas desde el cielo hasta la tierra, separándolos para siempre.

Abatido, el pastor regresó a su casa con sus hijos y elevó sus plegarias a los dioses para que le devolvieran a su mujer. Estos, conmovidos, transformaron aquel arroyo en un sendero de estrellas que salpicó el universo, formando la Vía Láctea.

El pastor entonces, tuvo permiso para ver a su esposa durante un día al año. Cada séptimo día del séptimo mes marcado por el calendario chino, las estrellas se convertían en un puente que permitía que la familia de la tejedora subiera a reunirse con ella, hasta el final de su existencia. Es por eso que hoy, durante esa fecha, miles de enamorados en China celebran que se encuentran juntos.

Dicen que llegado el día, si te quedas en silencio y miras hacia el cielo estrellado, los escucharás reír.

El pastor y la tejedora 1

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