Según nos cuenta una leyenda, la hormiga fue alguna vez un hombre que trabajaba esforzadamente en el campo, aunque no le faltaba nada, eso no era suficiente para sentir satisfacción por lo logrado. No podía controlar la envidia y avaricia desmedida que sentía hacia el bienestar ajeno, que nada de la prosperidad que tenía era suficiente para él, por eso cada vez que podía se convertía en un vil ladrón de sus semejantes.
Tanta fue la indignación de Zeus que no soporto lo que veían sus ojos y muy enojado tuvo que transformar al hombre avaro en una pobre y diminuta hormiga, bajo la promesa de que nunca más recobraría su aspecto inicial como castigo pensando que tal vez verían arrepentimiento en él.
Pero fue todo lo contrario, el día de hoy, empleando un sistema muy organizado, esparcido por los campos y el mundo, a pesar de su castigo, no ha logrado cambiar de carácter y actitud. Sembró avaricia y codicia con su mal ejemplo, por generaciones, enseñaron a sus familias que se pasaran el resto de su vida, tomando la cebada, el trigo y lo que puedan encontrar, para su sustento y así, trabajando y aún buscando siempre lo ajeno para sobrevivir.
Una vez más prometieron las hormigas que nunca cambiarían y que tomarían todo lo que encontraran en su camino y sin límites, aún cuando fuera ajeno. Solo les importaría llenar su almacén, ya sea en el campo, en los desperdicios, en las casas, en los parques y jardines, no importaría donde, pero siempre organizadamente, guardando comida para el invierno. Así no les faltaría nada en tiempos de escasez. Así que ya sabes, si te descuidas estarán también en tu casa.
A veces ni el castigo severo es suficiente para cambiar a alguien, cuando su naturaleza no se lo permite.
¡Sé el primero en comentar!