En una calle muy conocida por la gente del lugar, donde se encontraban muchos jardines con diversos tipos de bellas flores, se hallaba un jardín lleno de amarantos y muy cerca de el, un jardín de hermosas y grandes rosas. Pero el amaranto observaba cada día con gran envidia y admiración a la vez, las rosas del jardín vecino, hasta que un día no pudo más y se animo a decirle algunas cosas a las rosas:
-¡Pero que encantadoras que son ustedes las rosas!, todo el mundo las aprecia, admira y desea tenerlas. Quisiera tener tanto su belleza como su exquisito aroma, ustedes perfuman siempre el ambiente y llega a mí con gran deleite, no saben ¡cuanto las envidio!, a lo que el rosal pronto contesto:
-Es verdad lo que dices, doy muchas y bellas flores, tengo un perfume que atrae a todos, pero también es verdad que solo por una corta temporada, ¿te olvidas de eso, acaso no te das cuenta que mi belleza es temporal? y esto si es que no hay alguna mano cruel que me arranque mis flores antes como muchas veces a sucedido y así ellas mueran antes de tiempo. En cambio tu, nunca palideces, siempre mantienes tu color, es más, tu si eres inmortal y mantienes tu belleza mostrándote siempre joven y muy radiante, ¿acaso eso no te basta?, pues creo que deberías apreciarte mucho más.
En lugar de envidiar las virtudes de los demás, mejor empecemos a apreciar más nuestras fortalezas.
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