Una mañana espléndida gracias al sol de un día primaveral, un cisne se paseaba por un lago de aguas muy cristalinas, la elegancia que caracteriza a esta linda especie, cautivaba la atención de todos quienes admiraban su blanco y delicado plumaje.
Un cuervo que volaba muy cerca quedó sorprendido al ver el blanco, brillante y delicado plumaje del cisne, tanto así que su plumaje reflejaba los rayos del sol. Por esto el cuervo decide bajar y quedarse observando e imaginando que tal vez era el agua y el baño diario lo que hacía tanta maravilla en este cisne. Así decide dejar las alturas y estacionarse muy cerca del lago, parece que pretendía lograr la misma belleza si se bañaba en esas aguas.
El cuervo una vez instalado en los alrededores de la laguna, empezó a dedicar gran parte de su tiempo al baño durante horas cada día, con la esperanza de mejorar la calidad y aclarar el color oscuro de su plumaje, descuidándose así de comer sus alimentos diarios. Pasaba horas en el agua y no se daba cuenta que su plumaje no cambiaba de color, aunque se miraba en el espejo del agua, era tanta su obsesión que no veía su realidad, ni siquiera escuchaba los comentarios de las demás aves que se acercaban a el a comentarle como lo veían.
Pasaron unos días y empezó a decaer su salud por no comer a tiempo y solo pensar en su aspecto interior cuando esto no es lo más importante para nadie.
Nuestro cambios externos no pueden cambiar nuestra naturaleza.
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