Este cuento corto para niños nos cuenta que una vez había un hombre pobre y un banquero. El primero era muy pobre y el segundo era muy rico. Por lo tanto, era de esperar que el rico será más feliz que la pobre. Pero ocurría lo opuesto: El hombre pobre era feliz, mientras que el banquero no lo era. Al hombre rico le molestó el hecho de que mientras él daba vueltas en su cama por la noche, el pobre dormía plácidamente y siempre andaba descansado y lleno de energía. Un día el banquero despertó y decidió quitarse la duda pues no podía aguantar por más tiempo el no saber por qué el hombre pobre era más feliz que él sin tener nada de dinero ni de comodidades. Entonces buscó al hombre pobre y al llegar a su casa lo llamó y le preguntó cuánto dinero tenía, porque el banquero creía que la felicidad sólo puede ser medido en términos de riqueza.
El hombre pobre le respondió: «Yo no gano mucho dinero, ni me interesa realmente. Yo vivo cada día como viene y no me preocupes por el siguiente.»
A lo que el hombre rico respondió: «Bueno, entonces, sólo dime cuánto gana en un día», insistió el rico.
«Gano lo que necesito. E incluso eso sería demasiado si no fuera por todos los domingos y días festivos, cuando tengo que cerrar mi tienda», respondió el hombre pobre.
El hombre rico le pareció sabio lo que dijo el hombre pobre y quería darle las gracias por haberle dicho eso, por lo que le regaló al pobre hombre una bolsa de mil monedas de oro.
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