Fábulas de Esopo

El lechón, los corderos y el lobo

Había una vez un lechón pequeño que vivía en un corral junto a su manada de puerquitos. Sin embargo era terriblemente caprichoso y le avergonzaba vivir en el lodo junto a ellos. Era por eso que todo el tiempo estaba de malhumor, siempre gruñendo y menospreciando a sus compañeros. Cuando ellos intentaban acercarse, él se alejaba con presunción y les daba la espalda.

Luego empezó a gruñir y a enseñar los dientes, creyendo que de esta manera espantaría a los demás cerdos y se convertiría en su líder. Pero nada de esto ocurrió.

Por el contrario, el grosero lechón fue quedándose cada vez más solo, hasta que decidió salir del corral para ir a las montañas.

Así anduvo y llegó a un prado en el que pastaban varios corderos. Rápidamente, el lechón corrió hacia ellos mostrando los colmillos y los pobres corrieron despavoridos, creyendo que se los iba a comer.

—¡Ja! ¡Ahora sí que voy a convertirme en el rey de esta manada! —pensó en voz alta, lleno de orgullo.

Por varios días, los corderos no se atrevieron a volver a pastar cerca del lechón, quien por primera vez se sentía respetado y poderoso. Tanto era el miedo que le tenían. No obstante, poco después llegó un lobo enorme a hacerles una visita y huyeron aterrorizadas a las montañas.

El lechón, pensando que su nueva manada se encargaría de defenderlo ante tal amenaza no quiso huir, y demasiado tarde se dio cuenta de que estaba en peligro. El lobo lo agarró y se lo llevó a su cueva, donde se daría un banquete delicioso. Camino de su casa pasaron frente al corral de los lechones, quienes de inmediato reconocieron al pequeño puerquito que no dejaba de llorar entre las fauces de la bestia.

—¡Ayúdenme, ayúdenme! ¡Por favor, que me lleva el lobo! —suplicó el lechón.

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Después de lo malo que había sido con los otros cerdos, estaba seguro de que no le serviría de nada gritar. Sin embargo, todos los lechones salieron de inmediato y acorralaron al lobo, gruñendo y amenazando con enterrarle los dientes encima..

Viendo que nada podía hacer en contra de tantos animales, el lobo soltó al lechón y se escabulló a su caverna.

El pobre puerquito ahora no sabía que decir. Estaba rojo de vergüenza al recordar como se había comportado con sus compañeros y sin embargo aquí estaban, salvándole la vida.

—Perdónenme por todas las cosas malas que les hice antes —dijo con humildad—, no debí ser tan malo con ustedes, que tanto me han ayudado.

—Es verdad, fuiste muy grosero con todos, pero somos de la misma manada y nuestra regla es ayudarnos unos a otros —le dijeron.

A partir de ese día, el lechón corrigió su actitud y fue siempre buen amigo de los demás cerditos.

Moraleja: La familia es lo más importante, pues ellos siempre nos defenderán de quienes nos quieran hacer daño, a pesar de los malentendidos. Por eso debemos valorar a nuestros padres, hermanos y familiares, siendo amables y agradecidos.

El lechón, los corderos y el lobo 1

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