Cuentos Clásicos para Niños

La Caperucita Roja

Autor Original: Los Hermanos Grimm (pero se han hecho algunas adaptaciones)

Dicen que hace muuucho tiempo había una niña llamada Caperucita Roja. Ella era llamada así porque su tierna abuelita le había regalado una caperuza de color rojo y la niña siempre la llevaba puesta porque le gustaba mucho. Un día, su abuelita se enfermó y la mamá de Caperucita Roja le dijo:

—Hijita, debes ir a la casa de tu abuelta que está en el bosque para llevarle alimento para que se sane pronto.

—Está bien mamita. Me pondré mi caperuza roja y saldré para llevarle tu encargo a la abuelita.

—Pero hijita, recuerda lo que he enseñado acerca de no hablar con extraños. No te desvíes de tu camino y llega pronto a casa de tu abuela.

—Sí mami. No te preocupes. Ahorita mismo me voy.

Entonces Caperucita se fue saltando y cantando en dirección al bosque que debía atravesar para llegar a su destino. No pasó mucho tiempo en que se empezó a distraer con las maripositas y florcitas que habían en el camino. En eso apareció un lobo feroz que empezó a hablarle. Caperucita vio que el lobo era amigable —¡claro que en realidad no lo era!— y también empezó a conversarle.

cuento de la caperucita roja de los hermanos grimm

—¿Hacia dónde vas Caperucita?

—Me voy a la casa de mi abuelita a llevarle comida para que se recupere de su enfermedad, señor lobo.

—¡Ah!, qué buena niña eres. Seguramente ella estará orgullosa de tenerte como nieta. ¿Y en dónde queda su casa?

—Por allá —dijo Caperucita Roja enseñando con su manito la dirección de la casa de su abuelita.

—Pero estás yendo por el camino más largo Caperucita. Este otro camino es más corto y te llevará mucho más rápido. Además podrás recoger muchas de las flores que te gustan tanto para que le lleves un ramo a tu abuelita —decía el lobo señalando en realidad al camino más largo ya que quería engañarla—

—¡Gracias por su ayuda señor lobo!

Entonces Caperucita se fue inmediatamente por el camino que ella creía que era el más corto pero que en realidad era mucho más largo. El lobo aprovechó y se fue por el camino más corto a la casa de la abuelita. Llegó y tocó la puerta.

—¿Quién es? —dijo la viejecita que estaba enferma en su cama.

—Soy yo, tu nietecita —dijo el lobo hablando con una voz muy parecida a la de Caperucita Roja.

—Pasa hijita que la puerta está sin seguro.

Entonces entró el lobo y se abalanzó sobre la abuelita. De un solo bocado se tragó a la señora. Pero el lobo no estaba satisfecho. También se quería comer a Caperucita, así que se le ocurrió disfrazarse de la abuelita para engañar a Caperucita.

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Al poco rato llegó Caperucita y tocó la puerta.

—¿Quién es? —dijo el lobo imitando a la abuelita.

—¡Soy Caperucita abuelita! Y te he traído alimento para que mejores pronto.

—¡Oh que linda! Pasa que la puerta está sin seguro.

Entonces Caperucita entró y se acercó a la cama donde estaba la abuelita. Aquí te traje un encargo de mi mamá, abuelita —dijo la niña con su tierna voz.

—Pero… abuelita, abuelita ¿por qué tienes unos ojos tan grandes?

—Esteee… son para poder verte mejor hijita.

— Abuelita, abuelita ¿y por qué tienes una nariz tan grande?

—Ah, son así para poder olerte mejor Caperucita.

—Abuelita, abuelita ¿por qué tienes una boca tan grande?

—Son …. son … ¡son para comerte mejor! —dijo el lobo ya impaciente por querer comerse a la niña.

Entonces el lobo empezó a corretear a la Caperucita por toda la habitación, hasta que por fin pudo tragársela.

El lobo ahora sí estaba satisfecho y se echó a descansar en la cama. Pero el lobo roncaba tanto, que el leñador que pasaba cerca de la casa, escuchó los ronquidos y se dio cuenta de que lago no estaba bien.

—La abuelita no ronca tan feo —dijo el leñador.

Entonces el leñador vio por la ventana y vio que era el lobo el que estaba echado en la cama con una barriga inmensa que se movía mucho. El leñador supuso que el lobo se había comido a la abuelita, así es que entró despacio a la casa y le abrió la panza al lobo. Entonces sacó a la abuelita pero antes de cerrarle la barriga al lobo, vio que había algo rojo y pequeño se movía. ¡Era Caperucita! También la salvó y antes de cerrarle la panza al lobo, Caperucita trajo una piedras y se las puso en la panza al lobo feroz. Cuando el lobo despertó, se sentía mal y muy pesado. Salió corriendo de la casa y con tanta pesadez, el lobo no pudo seguir y se desmayó.

Entonces así, Caperucita entendió que nunca se debe hablar con extraños en la calle porque es muy peligroso.

Un tiempo después Caperucita se encontró con otro lobo que la esperaba en el mismo lugar en el que el otro lobo la engañó. Esta vez Caperucita no le hizo caso al lobo y siguió su camino. Al llegar a casa de su abuelita le contó lo que había sucedido:

—En el bosque me encontré con otro lobo que parecía buena gente pero tenía unos ojazos con una mirada sospechosa. Ya no hablo con extraños abuelita.

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