Este cuento infantil está basado en una de las historias de la Biblia del Antiguo Testamento.
Había una vez un hombre llamado Job, el cual era muy fiel a Dios. Todos los días al levantarse, lo primero que hacía era darle las gracias por todas las bendiciones que le había dado, pues era dueño de unas tierras muy fértiles, tenía una hermosa esposa y una gran y amorosa familia. A todos ellos les había enseñado a creer en el Señor con todo su corazón.
Y Satanás, al ver esto, se llenó de envidia y fue con Dios para intentar provocarlo.
—No entiendo para que te molestas en seguir siendo bueno con los hombres, luego de ver todo lo que han hecho —le dijo—, yo podría hacer que cualquiera de ellos se hiciera malvado y lo sabes bien.
—Te equivocas, no todos se dejarían tentar —dijo Dios—, mira a Job por ejemplo. Él es muy leal a mí.
—Solamente te es fiel porque lo has llenado de cosas buenas —le espetó el diablo—, si se las quitas, te va a maldecir como todos los otros.
—Si lo que quieres es demostrarme algo, entonces ve tú y quítaselas —lo retó Dios—, haz lo que quieras de él y verás como sigue siendo fiel a mí. Pero no te atrevas a matarlo.
Regodeándose de placer por lo que estaba a punto de hacer, Satanás entró en la vida de Job para arruinarla con la esperanza de volverlo malvado. Lo primero que hizo, fue provocar que todas las ovejas de su rebaño se murieran, además de traer a unos ladrones que se encargaron de llevarse todos sus camellos y el resto de su ganado. Pero tras ver esto, Job decidió rezar a Dios con más fuerza que antes.
Luego, Satanás convocó una tormenta terrible, en la que murieron los diez hijos e hijas de este buen hombre. Aunque su esposa se volvió loca de dolor, Job se mantuvo firme en su amor a Dios y mantuvo la esperanza de que las cosas mejorarían.
Furioso al ver que sus planes fracasaban, Satanás le envío una terrible enfermedad que le cubrió todo el cuerpo de llagas dolorosas y al rojo vivo.
Al verlo en este estado, su esposa trató de convencerlo de que Dios los había abandonado para siempre.
—Maldice el nombre del Señor y muere —le dijo con resignación.
Pero Job continuó alabándolo con más alegría que antes, y tampoco le importó cuando tres falsos amigos vinieron para reírse de su desgracia, diciéndole que había vivido una vida sin sentido.
Satanás había fracasado. Aún con todas las desgracias del mundo a sus espaldas, Job seguía siendo un hombre bueno y fiel al Señor. Por eso, Dios lo curó de su enfermedad y le devolvió todas las cosas que le habían sido arrebatadas. Job tuvo el doble de ovejas, de camellos y de ganado, y volvió a tener diez hijos con su esposa, a los que enseñó una vez más que nuestro padre celestial jamás nos abandonaba.
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