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Los padres y la educación

En un internado de niñas y señoritas, ellas se levantaban muy temprano antes de ir al salón de clases. Todas tenían permiso para que las visiten una vez por semana y salían cada quince días si eran indisciplinadas. La escuela estaba ubicada en una zona llena de árboles, en el campo. En aquel internado para señoritas, una mañana llegó una niña muy bonita. Ella era pelirroja y de grandes ojos azules. Se llamaba Claudia. Su padre la llevó, porque aunque la niña aparentaba ser muy dócil, en realidad no lo era. Sus padres dijeron a la niña: «Aquí no harás las cosas que estas acostumbrada a hacer en casa. No creo que aquí te lo permitan.» Como si ellos no tuvieran suficiente autoridad sobre la niña. Claudia pensaba sin decir una sola palabra: «¿Será esto un reformatorio? Se supone que aquí vengo a estudiar. Tal vez si me porto mal, me harán daño», pensaba preocupada. Grande fue su sorpresa cuando la directora la recibió con una gran sonrisa y un fuerte abrazo sin conocerla, lo que dejó con la boca abierta a los padres.

Ellos eran personas con mucho dinero, pero con muy pocos modales. Trataban a su hija con hostilidad y esperaban de ella lo mejor, lo cual no es posible, ya que somos lo que aprendimos a ser según nos enseñaron en la casa. Tuvieron una charla previa los padres y la niña con la directora y ella terminó la charla diciendo: «Este es un centro de estudios donde prevalecen los principios y las buenas costumbres. Es importante que la niña saliendo cada fin de semana, se mantenga en casa lo aprendido aquí». No esperen que hagamos con su hija lo que ustedes no están dispuestos a hacer. Tienen que colaborar en su educación de manera integral, ¿estamos de acuerdo?». Los padres se miraron muy atentos y asentaron la cabeza diciendo: «Sí, señora directora». A la semana siguiente la niña regresó tranquila y más obediente a casa. Les contó a sus padres que aquel internado era el hogar que ella quería tener. Ahí, todos se trataban con respeto, afecto, y como una familia de verdad. Los padres aprendieron que el cambio de su hija era el inicio de un gran cambio también para ellos y a partir de ese día todo fue diferente y Claudia empezó a cambiar.

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Muchas veces los padres debemos cambiar para que los niños sean mejores personas ya que ellos son el reflejo de los padres.

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