Durante la parte anterior de nuestro cuento, vimos que los hermanos mayores del príncipe protagonista estaban planeando suplantarlo a la hora de regresar al palacio de la fuente encantada, pues querían ser ellos quienes se casaran con la princesa. Lo que no sabían era que ella, aguardando en su hogar, había ideado un plan para que los guardias reconocieran a su verdadero prometido.
Lo primero que hizo, fue ordenarles que extendieran una carretera hecha de oro puro, hasta la entrada del castillo. Cuando esta fue desplegada en medio del camino de tierra, el campo entero se iluminó con su resplandor.
—Deben quedarse vigilando en la puerta, para dejar pasar a mi futuro esposo —les advirtió—, él se presentará en su caballo, andando por en media de la carretera. No lo olviden, cualquier otro hombre que no vaya allí, será un impostor.
Los hombres le prometieron que pondrían mucha atención y la princesa se retiró a sus aposentos. Poco rato después apareció el hijo mayor del rey, quien se quedó impresionado al ver aquel hermoso camino de oro.
—Es tan bello, que seguramente lo voy a estropear si paso con mi caballo por encima —se dijo—, lo mejor es que vaya andando por la derecha.
Y así lo hizo.
Pero cuando llegó hasta la entrada del castillo, los guardias no le permitieron entrar. Por más que insistió, el muchacho no logró convencerlos y tuvo que retirarse por donde había venido, decepcionado.
El siguiente en llegar fue el hermano de en medio, quién también se quedó muy sorprendido al ver la carretera de oro.
—¡Pero que sendero tan maravilloso! —exclamó, deteniéndose con su caballo antes de pisarlo— Seguramente nadie se atrevería a pisotear esta obra de arte, es mejor que me vaya por la izquierda, pues no quiero echarla a perder.
Y así fue.
No obstante, los guardias tampoco lo dejaron pasar a él al ver de donde venía. El joven insistió en ver a la princesa, amenazó con entrar a la fuerza y suplicó cuando los vigilantes lo apuntaron con sus lanzas. Finalmente, también tuvo que regresar derrotado. A mitad de camino se encontró con su hermano mayor y los dos se sintieron furiosos al haber fracasado. Ahora más que nunca envidiaban la suerte de su hermano menor.
¿Y él? ¿Dónde se encontraba?
Pues justamente acababa de llevar ante la carretera de oro, listo para ver a su prometida.
—¡Qué camino tan maravilloso han desplegado para nosotros! —le dijo a su caballo— Anda amigo mío, vayamos por él hasta el palacio, que estoy ansioso por ver a mi futura esposa.
Cuando los guardias lo vieron acercarse, abrieron las puertas de inmediato y el príncipe subió hasta las habitaciones de la princesa. Ella se sintió inmensamente feliz de verlo de nuevo y juntos partieron al castillo de su padre. El rey había terminado de preparar las celebraciones de la boda, que duraron por días enteros.
Ambos vivieron llenos de dicha por muchos años y tuvieron varios hijos, a los que siempre enseñaron a ser amables.
FIN
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