Autor: Esopo
Una vez había un águila y una zorra. Ambas eran amigas desde el colegio. Hubo un tiempo en que la comida empezó a escasear y para colmo ambas estaban preñadas y eran madres solteras. Entonces ambas pensaron que sería buena idea mudarse a vivir juntas. De esta forma podrían ayudarse mutuamente a conseguir la comida, a construir su casa, etc.
Entonces se fueron a vivir juntas porque parecía una ideal genial. Sobretodo la zorra estaba entusiasmada. El águila no tanto. Cada vez se ponía más terrible la situación y se acercaba el invierno. La casa consistía en un árbol con un agujero abajo en donde vivía la zorra con sus cachorros y un agujero arriba que le correspondía al águila y sus pequeños. Las crías del águila estaban más crecidas que las de la zorra.
Llegó el invierno y casi no había comida. El águila no podía salir porque tenía que abrigar a sus hijos. En cambio los cachorros de la zorra no necesitaban tanto abrigo. Así que la zorra fue a buscar comida para sus cachorros y para los del águila. La zorra estaba por capturar una liebre pero se le escapó. Intentaba e intentaba pero no lograba hallar nada. Pasaron 3 horas y la zorra no volvía. El águila y sus crías miraban a las pequeñas crías de la zorra y cada vez más se las imaginaban como pequeños trozos de carne esperando ser devorados.
Sin pensarlo mucho, sin pensar en las consecuencias, sin pensar en que se trataban de las crías de su mejor amiga, se lanzó encima de los pequeños que solo esperaban para que su mamá volviera para defenderlos de las garras y picotazos del águila.
La zorra volvió y solo encontró la nieve muy desordenada por lo cual sabía que algo les había pasado a sus cachorros. Miró hacia arriba y vio al águila y sus crías echadas boca arriba sobándose la panza después de tremendo banquete. La zorra intentaba trepar pero era un árbol muy alto. El águila hizo un esfuerzo y se levantó con sus cría para emprender la huída.
La zorra no pudo hacer nada más que sentir dolor por tremenda traición. Se quedó tirada en la nieve mientras veía con impotencia cómo el águila cobarde se iba alejando cada vez más haciendo que la venganza sea cada vez más improbable.
Después de 1 año, el águila se había acostumbrado a robar comida porque aprendió que era mucho más fácil y más conveniente. Tenía nuevas crías. Estaban muy pequeñas. Sus otras crías ya habían partido a formar sus propias familias.
Un día unos pastores estaban cocinando un cordero cuando de pronto el águila se apareció y arrancó con toda su fuerza la comida pensando que ya estaba cocida por completo. Entonces la puso en su nido sin darse cuenta que el cordero aún tenía una parte asándose, lo cual hizo que lentamente una de las pajitas del nido, se encendiera. El águila partió para seguir buscando comida. Poco despues de alejarse, volteó para ver a sus hijos disfrutar el banquete, pero lo único que vio fue una delgada columna de fuego que ascendía. Voló lo más rápido que pudo para salvarlos. Cuando llegó, no encontró nada. Miró hacia abajo y vio a sus crías que habían caído debido a que el nido fue destruido por el fuego.
Adivinen…. ¿quién estaba abajo, cerca a los cachorros? Sí, la zorra, estaba esperando desde hace mucho tiempo una oportunidad para que el águila sintiera lo mismo que ella.
No hagas a otros lo que no quisieras que te hagan a ti.
No traiciones a tus buenos amigos. Ni siquiera por una necesidad de momento. Piensa en las consecuencias, en el futuro y en que destruirás esa amistad.
(aunque este cuento sugiere venganza, no es lo que se pretende enseñar con esta fábula)
¡Sé el primero en comentar!