Esta es la historia de un joven estudiante de artes marciales, que estaba bajo la tutela de un famoso maestro.
Un día, el maestro estaba viendo una sesión de práctica en el patio. De pronto se dio cuenta de que la presencia de los otros estudiantes estaba interfiriendo con los intentos del joven para perfeccionar su técnica.
El maestro podía sentir la frustración del muchacho, mientras más se esforzaba por llevar a cabo sus movimientos, peor le iba y los demás se burlaban de él. El maestro se le acercó y le puso una mano en el hombro.
—¿Cuál es el problema? —le preguntó.
—No lo sé —le contestó el joven, con expresión tensa—. No importa cuánto lo intente, no puedo ejecutar los movimientos de la forma correcta.
—Antes de que puedas dominar la técnica, debes entender la armonía. Ven conmigo, te lo explicaré —respondió el maestro.
El profesor y el alumno abandonaron el templo y caminaron un poco hacia el bosque, hasta que llegaron a un arroyo de aguas cristalinas. Allí, el maestro se sentó en la orilla y permaneció en silencio durante varios minutos. El muchacho no entendía lo que estaba pasando. Entonces, él le habló.
—Mira la corriente —le dijo—. Hay rocas en su camino. ¿Pero acaso se estrella contra ellas por frustración? No, ¡simplemente fluye sobre alrededor de ellas y sigue adelante! Sé como el agua y sabrás qué es la armonía.
El joven tomó en serio el consejo del maestro y volvieron al templo. Pronto, apenas notaba a los otros estudiantes a su alrededor, nada podría interponerse en su forma de ejecutar los movimientos más perfectos. Finalmente, aprendió a ejecutar las artes marciales a la perfección, pues aprendió a fluir como el río.
Moraleja: Enfócate en estar en paz contigo mismo y conseguirás todo cuanto te propongas.
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