Había una vez una mariposa que volaba y volaba sin parar, soñando que algún día se convertiría en una famosa estrella del rock. Mientras soñaba entonaba aquellas canciones de rock que podría cantar sobre un escenario. Era tanta la felicidad que sentía en aquellos momentos que apenas podía darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor, tanto así que alguna vez había chocado con algún otro insecto o ave de paso. Un día, la mariposa que como siempre soñando iba por el cielo azul chocó con una abeja a la que no le sentó nada bien el fuerte estampido que sintió contra ella.
– Oye ten más cuidado, replicó la abeja enfadada.
– Perdón, otra vez me dejé llevar por mi sueño de ser cantante de rock.
Lo que menos se esperaba la dulce mariposa es que aquello provocara las risas burlonas de la abeja, quien no dudó en decirle que no creía que una simple mariposa pudiera llegar a ser una estrella del rock.
– Algún día lograré ser una estrella del rock, contestó cabizbaja la mariposa.
– Sigue soñando, respondió la abeja en un tono medio burlón.
La mariposa soñadora siguió su camino pero por primera vez lo hizo sin dar rienda suelta a su imaginación y a su deseo de convertirse en una cantante conocida de rock. Pensó que quizás como había dicho aquella abeja tan solo era una simple mariposa y ¿Quién querría escuchar a una simple mariposa?
Pasó días y días sin levantar cabeza, ya no tenía ganas de cantar, ni siquiera su vuelo era el mismo. De repente sintió que un ruido molesto la perseguía, la hacía salir de su pésimo estado.
– ¡Otra vez tú! no me lo puedo creer, rechistó la mariposa al ver a la abeja siguiendo su paso.
Prosiguió con su marcha hasta que se le hizo incómodo aquel ruido que la perseguía y que salía del ínfimo cuerpo de la abeja que días antes se había burlado de ella.
– ¿Puedes dejar de seguirme? preguntó la mariposa enfadada.
– ¡No te sigo! sólo ando volando y cantando a mi ritmo, contestó alegre la abeja.
Fue entonces cuando la mariposa comprendió que más allá de lo que otros pensasen lo importante era sentirse bien consigo misma. Dio media vuelta para volver al lado de la abeja y comenzó a tatarear aquellas melodías que surgían de su imaginación nuevamente.
– ¿Te sientes mejor? le preguntó la abeja.
– Sólo sigo soñando, respondió la mariposa soñadora.
Niños, por más que otros os digan que no puedes cumplir tus sueños nunca dejes de soñar. Si crees en ti puedes hacer tus sueños realidad.
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