Un hombre muy amable conoció a una señorita de la cual había quedado realmente entusiasmado. La trato por tiempo determinado y cada día que pasaba quedaba maravillado por las muchas cualidades con la que aquella dama lo había conquistado casi desde el primer instante en que el la vio.
La familia del joven al conocerla la observaban con mas prudencia ya que sabían que todo no podía ser tanta maravilla, pues todos poseemos virtudes y defectos. Ante la sospecha hablaron con el joven para que vaya con calma pero este no hizo caso, tomando la decisión más importante de su vida y se caso con ella.
No paso mucho tiempo en el que cada uno iba perdiendo la emoción de la relación que los mantenía unidos, empezando el mal humor descontrolados de la esposa y sin ninguna explicación aparente, ya que eran súbitas con maltratos continuos a sus criados. Queriendo saber el esposo si esta actitud se repetía en casa de su padre también con sus criados, dejo que se quedara allí por unos días como ella quería, pues decía extrañar a su familia.
A su regreso el esposo le pregunta, como le fue con los criados en casa de su padre, ella le contó que solo la miraban de costado y que no le decían nada. El esposo de inmediato le dijo:
-Si así te te miran los criados que la pasan todo el día afuera con sus animales, ya me imagino como se habrán sentido y te habrán mirado los empleados que estaban todo el día en la casa.
Pequeñas actitudes pueden revelarnos grandes rasgos de carácter y otras darnos señales de cosas ocultas.
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