Cuentos de Hadas

La Reina de las Nieves (8va parte)

En nuestro anterior capítulo vimos como Gerda lograba llegar hasta los dominios de la Reina de las Nieves, a pesar de todos los contratiempos del camino. Pero nos falta ver que había ocurrido con Kai durante todo ese tiempo.

El niño había sido llevado hasta la residencia invernal de aquella mujer con el corazón de hielo, y como tenía un fragmento de cristal clavado en el ojo y otro en el corazón, todo lo que vio allí le pareció bello y aceptable. Su piel se había puesto morada por el frío, pero él ni se había dado cuenta. En cambio, se hallaba entretenido en apilar enormes cubos de hielo para formar figuras hermosas, como si fueran un rompecabezas. El rompecabezas más complicado del mundo.

Tenía la tarea en aquel instante de armar la palabra ETERNIDAD.

—Si logras formar esa palabra —le dijo la Reina de las Nieves—, pondré el mundo a tus pies. Te daré un par de nuevos patines y serás dueño de tu destino.

Dicho esto se marchó hacia las tierras cálidas, donde se encargaría de pintar con nieve los grandes volcanes Etna y Vesubio, a los que ella llamaba los calderos de hierro.

Apenas se hubo marchado ella, Gerda entró tiritando de frío y tratando de vencer a los vientos helados que soplaban. Rezó un padrenuestro y estos se calmaron como por arte de magia. Vio a Kai y corrió para abrazarlo, llena de dicha.

—¡Kai, mi querido Kai! ¡Te he encontrado!

Pero Kai no la reconoció. Indiferente a sus muestras de cariño, siguió apilando el hielo obsesivamente. Con mucha pena, Gerda se echó a llorar y una de sus lágrimas cayó sobre el pecho del niño, fundiéndose en su corazón y derritiendo el fragmento de espejo. Luego cantó con sentimiento y las lágrimas acudieron a los ojos de Kai, desalojando el cristal restante.

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—¡Mi querida Gerda! —dijo él al fin, pudiendo reconocerla— ¿Dónde has estado en todo este tiempo? ¿Y en donde he estado yo? ¡Cuanto frío hace! ¡Y que solo está todo esto!

Ambos ahora lloraban y reían de felicidad. Gerda lo besó en las mejillas, en las manos y en los pies, y estos recobraron su calor. Juntos lograron formar la palabra ETERNIDAD y sin que hubiera nada que pudiera impedirles volver a casa, salieron del jardín de la Reina de las Nieves.

El reno amigo de Gerda los esperaba con una hembra que tenía las ubres llenas de leche, y ambos bebieron hasta quedar saciados. Después los llevaron al hogar de la mujer finesa, donde tras dejarles recuperar las fuerzas, les indicó como volver hasta su país. Les dio ropas que había tejido y un par de trineos en los cuales emprendieron el viaje de regreso.

En el camino, visitaron a todos los amigos que habían ayudado a Gerda durante su búsqueda, y vieron como las flores brotaban por cada sitio en el que pasaban.

Llegaron a casa y se percataron de que eran mayores, pero siempre serían niños en su corazón. Y aquí se acaba este cuento infantil.

FIN

La Reina de las Nieves (8va parte) 1

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