¿Alguna vez te has preguntado por qué muchas personas cuelgan medias en Navidad? Voy a contarte una vieja leyenda, que explica esta bonita tradición.
Hace muchos años, vivían en Turquía tres hermanitas muy unidas, llamadas Hazan, Sila y Nor. Ellas eran muy pobres y vivían junto a su padre en una casita muy modesta. A pesar de todo, eran felices pues se querían mucho. Pero a medida que iban creciendo, su papá se preocupaba cada vez más, pues sabía que al no tener dinero no podría pagar una dote cuando ellas se quisieran casar, pues en ese país, era costumbre que cada hija en edad de casarse recibiera una pequeña herencia de su familia, para poder comenzar su matrimonio.
Pasó el tiempo y las hermanas se transformaron en tres hermosas muchachas.
Un día muy frío de invierno, entraron en la casa temblando. No tenían zapatos para andar en la nieve y esta les había mojado las medias. Encendieron un fuego en la chimenea y allí las colgaron, para que se secaran con su calor.
Después todas se pusieron a llorar, llenas de tristeza. El padre las escuchó y fue a ver que les pasaba.
—¿Qué pasa, niñas? ¿A qué vienen todas estas lágrimas?
—Ay, papá —dijo la mayor—, estoy enamorada de un soldado pero sin dote, no puedo casarme con él.
—Yo estoy enamorada de un profesor —dijo la mediana—, pero como tampoco tengo dinero, no vamos a poder casarnos.
—Y yo —confesó la menor—, me he enamorado de un músico y como también me falta dote, jamás nos casaremos.
Muy triste, el padre intentó consolar a sus hijas y luego las convenció de que se fueran todos a dormir.
—Mañana será otro día, estoy seguro de que tarde o temprano, la suerte nos va a sonreír —les dijo.
Lo que ellos no sabían es que afuera de la ventana, por casualidad, habían sido escuchados por San Nicolás, un obispo muy bondadoso que vivía en el pueblo. Todos lo querían mucho por su amabilidad y por el cariño que siempre mostraba para con los niños y los animales, era como un abuelito simpático. Al ver el sufrimiento de las muchachas, decidió vestirse con su sombrero y su capa rojos para entrar a escondidas y lleno cada una de sus medias con monedas de oro.
Por la mañana, cuando las hermanas descubrieron el dinero, no lo podían creer. Se pusieron locas de alegría y corrieron a buscar a sus novios para anunciar sus casamientos.
Ese invierno se convirtieron en las novias más bonitas del lugar y se celebraron las tres bodas por todo lo alto. Su padre estaba muy orgulloso.
Al ver la felicidad que les había causado, San Nicolás tomó la costumbre de repartir regalos todos los años el 24 de diciembre, esta vez con los niños. Desde entonces, en todo el mundo colgaban sus medias para recibir dulces, bombones, juguetes. Y al buen Nicolás, vestido con su traje rojo, se le pasó a conocer como Papá Noel, el padre de la Navidad.
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