Dos amigos que eran soldados, acababan su trabajo y ya era hora de partir a casa. En el camino tenían que cruzar un callejón oscuro como siempre, como conversaban, ellos estaban distraídos y no vieron al delincuente que venía detrás de ellos. En el momento que el ladrón los sorprende, uno de ellos fue atacado, el otro asustado solo salio huyendo, dejando abandonado al amigo, quien ante tal situación, no le quedo más que defenderse solo y lo mejor que pudo. El coraje del que se lleno el soldado más que por el asalto, fue al ver el abandono del amigo, quien solo pensó en salvarse el.
Cuando ya todo había pasado, de pronto el soldado ve regresar al amigo con su espada desenvainada y agitando su capa diciendo a gran voz:
– Ahora verá este ladronzuelo, le voy a caer encima para que aprenda y lamente con quien se ha metido.
Al oír esto el amigo que había luchado solo le dijo:
-Mejor harías si te callas y guardas esa espada en su lugar, además de tu inútil lengua. ¡Cuanto me hubiera gustado que al menos algo dijeras en el momento que realmente se te necesitaba! gran amigo. Pero ahora que te conozco mejor que nunca, se bien que el único valiente aquí solo fui yo. Tal vez engañes a otros, pero no a mí. Demasiado tarde es para que ahora vengas a pretender ganarte un mérito que no mereces ni te corresponde, ya que fuiste tu quien a toda velocidad lo que mejor hiciste fue huir.
Nunca hay que vanagloriarse de lo que no hemos hecho.
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