Diana, era una niña muy amorosa que amaba a su abuela, doña Isabel. Desde niña pudo ver muy activa a la abuela que no sólo hacia las cosas en casa, también trabajaba cuidando ancianos en la zona donde vivía, ella era fuerte y aunque hacía todo lo que podía, siempre tenía un amplia sonrisa, ella era de cabellos rizados y plateados que se iluminaban bajo el sol.
Ellas vivían en el mismo edificio en el que también vivían unos tíos, hermanos de su padre. Todos eran muy unidos por que la abuela decía que la familia era lo mejor que todos podemos tener en esta vida, a pesar de sus defectos, ellos también tenían virtudes y se amaban y respetaban mucho, eran una familia unida y si podían estar cerca era mejor.
Que bueno que fué así, ella tenía mucha razón, decía Diana la nieta.
Un día la abuela se puso a limpiar unas ventanas grandes de la sala, Diana pasaba por allí y al ver a la abuela colgada de la ventana dejó de jugar con su gato y le dijo:
-«¡Abuela deja eso!, pero la abuela al oírla, volteó y se resbaló, cayó pesadamente sobre el piso, al ver esto Diana corrió a buscar al tío Tito que estaba en casa, él era un gran médico, la llevaron al hospital mas cercano y esperaron los resultados. Diana que amaba mucho a la abuela Isabel, cuando regresó a casa le dijo:
-«Abuelita, siento mucho lo que te ha sucedido, de ahora en adelante, yo te cuidaré y las cosas más difíciles las haremos nosotros, no te preocupes por los demás, ahora nosotros veremos por tí y a donde vayas iremos contigo rizos de plata, como cariñosamente le decía su nieta».
Doña Isabel respondió:
«Si no fuera por tí hijita querida que hubiera sido de mí vida en estos momentos», no abuelita, demos gracias al tío que es un buen médico, te vas a curar y por ahora usaras una silla de ruedas dijo Diana, y yo te atenderé y contaré lindas historias, mientras jugaba con los rizos de plata de la inquieta abuela Isabel.
La bondad y solidaridad con los ancianos y adultos mayores es tarea de todos, especialmente de la familia.
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