En una colmena llena de abejas muy laboriosas, se encontraban algunas de ellas muy cansadas. Aburridas de tanto trabajar y de soportar tanto calor, una de ellas comentaba a sus compañeras:
-«Estoy harta de ser una abeja y trabajar tanto, ¡como me gustaría ser un ave, volar muy alto y sentirme libre! Ellas no tiene que trabajar como nosotras y todos quieren a las palomas, les dan de comer, las siguen, quieren estar con ellas, hasta se toman selfies, pero cuando nos ven a nosotras, todos se asustan y huyen despavoridos y si pueden nos matan».
Decían así las demás abejas, algunas tristes y otras muy molestas.
Pero una mañana las abejas hicieron una reunión entre ellas y acordaron hacerse amigas de las palomas, para que ellas las llevaran a pasear. Si todas ellas eran amigas de las abejas, de seguro que la gente se acostumbraría a verlas juntas y sin ningún temor, pensaban algunas de ellas.
Cuando se acercaron a las palomas se sorprendieron, pero una abeja dijo:
-«¡No se asusten, solo deseamos ser sus amigas, si ustedes nos pasean nosotras les invitamos nuestra miel para que salgan de su rutina no coman solo migas o granos, se que les encantara!».
Bueno dijo una paloma:
-«Está bien, siempre quise comer algo diferente, se que a toda la gente le gusta.
Así poco a poco empezaron a pasear juntas a pesar de sus diferencias, la gente las veía de una manera natural y ya no se asustaban de las abejas. ¿Vamos a pasear? decían siempre, ¡sí, vamos a pasear y a jugar! Dijeron las palomas y las abejas.
Muy contentas ahora las abejas, entendieron que ser diferentes no era razón para no ser amigos, se sintieron con mejor actitud y ahora trabajaban con mucho entusiasmo fabricando mucha miel, más que antes y compartiendo un poco de miel, por un lindo viaje con sus amigas las palomas.
La amistad también es compartir.
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