Había una vez una anciana mujer que nunca había podido tener hijos y vivía muy sola. Un día, decidió acudir a ver a una bruja que decían, podía conceder cualquier deseo imposible. La buena mujer le pidió un bebé y la hechicera le entregó una semilla de cebada, diciéndole que la plantara con mucho amor. Ella así lo hizo y de la tierra surgió la más hermosa flor que hubiera visto en su vida.
Cuando sus pétalos se abrieron, vio que en el interior había una niña diminuta. Fue por esto que decidió llamarla Pulgarcita, pues no era más grande que el dedo gordo de su mano.
Una noche, mientras Pulgarcita dormía junto a la ventana, un sapo la vio y se quedó admirado de lo bonita que era.
—Es perfecta para ser la esposa de mi hijo —se dijo, tomando la cama de la niña y dirigiéndose hacia el estanque de nenúfares en el que vivían—, ¡que nuera más hermosa voy a tener!
Al despertarse, Pulgarcita se sintió asustada al saber que querían casarla con un sapo. Le pidió ayuda a una mariposa que pasaba por allí volando y esta tomó un extremo de la hoja donde Pulgarcita flotaba, llevándosela muy lejos. Así, la niña fue a parar a un bosque, en el que estuvo viviendo alimentándose con miel y gotas de rocío.
Cuando el invierno cayó, una ratita muy amable la dejó entrar en su madriguera, donde Pulgarcita le ayudó a limpiar y hacer las labores de la casa.
Cierto día, el vecino de la ratita, un topo ciego, las invitó a ambas a visitar su casa, pues era muy rico. De camino a su residencia pasaron por un túnel, en el que Pulgarcita se encontró con un pobre pajarito herido e inmóvil.
—¡Pobrecito! —exclamó.
—Este ya no podrá volar —dijo el topo despectivamente—, se morirá de hambre y de frío.
Pulgarcita, compadeciéndose del ave, le llevó una manta más tarde y comenzó a alimentarla a hurtadillas todos los días, hasta que recobró la consciencia y se puso fuerte para volar. Tras agradecerle a la niña por sus cuidados, emprendió el viaje hasta un valle que se llenaba de flores en primavera.
Tiempo después, el señor topo anunció que quería casarse con Pulgarcita, pues se había enamorado de ella al escucharla cantar con su dulce voz. La ratita, feliz porque el topo tenía muchas riquezas, comenzó con los preparativos de la boda pero la muchachita se echó a temblar. No quería ser la esposa del topo y vivir para siempre bajo tierra.
Escuchando el trinar de un ave en las afueras, Pulgarcita se encontró con el pajarito al que había ayudado en el invierno.
—Súbete —le ofreció él, después de escuchar su triste dilema—, te llevaré conmigo al valle. Allí hay personas pequeñitas como tú y podrás vivir entre las flores.
Pulgarcita se montó en él y emprendieron el vuelo hasta ese hermoso lugar, que era habitado por la gente pequeña. Allí, conoció a un apuesto príncipe con el que se casó y vivieron muy felices.
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