¿Recuerdas lo que ocurrió en el capítulo anterior de este maravilloso cuento? La princesa y su amiguita escaparon de la cabaña de la bruja Baba Yaga. Corrían a través del bosque mientras la malvada estaba a punto de darles alcance. Entonces decidieron tirar al suelo el último objeto que llevaban con ellas para salvarse: la toalla que habían estado bordando con oro.
Cuando esta cayó al piso se transformó en un mar de llamas inmenso, tan grande, que aun podían sentir el calor del fuego a varios metros de distancia. Baba Yaga llegó ante el incendio e intentó volar con su escoba por encima de él, con tan mala suerte, que se cayó y pereció quemada.
Libres por fin de aquella horrible hechicera, las muchachas se abrazaron y derramaron lágrimas de felicidad. Pero tenían un gran camino por delante, debían salir del bosque antes de que se hiciera de noche. Juntas caminaron hasta llegar a un hermoso prado, que formaba parte de un palacio. Era el hogar del príncipe Danilo, quien se encontraba inconsolable desde que su hermanita se había escapado.
Uno de sus mensajeros llegó ante él para avisarle que dos extrañas señoritas habían llegado a sus jardines.
—Creo que una de ellas puede ser su hermana, Alteza. Pero ambas se parecen tanto, que es imposible distinguirlas.
El príncipe ordenó que las trajeran al palacio y una vez que las tuvo enfrente, tuvo la certeza de que una de las dos debía de ser la princesa. ¿Pero cómo saberlo, si ella se negaba a revelar su identidad?
—Tengo una idea, príncipe —le dijo un sirviente—, iré por una vejiga de cordero, la llenaré de sangre y la ataré debajo de su brazo. Fingiré ser un malhechor y haré como que le apuñalo en el pecho. Cuando su hermana vea la sangre cayendo en el piso, no podré evitar delatarse.
Aplaudiendo la idea de su siervo, Danilo dejó que fuera por la vejiga y la pusiera bajo su brazo. Mientras hablaba con las jovencitas, el criado llegó y lo apuñaló de tal manera que la sangre inundó su pecho, y él se tiró al suelo fingiendo morir de dolor. Al verlo, la princesa dejó escapar un grito de angustia y se arrodilló a su lado.
—¡Ay hermanito mío, ay hermanito querido!
Feliz de ver que la treta funcionaba, Danilo se puso de pie y abrazó a su hermana, explicándole que estaba bien. Pero todavía tenía que encontrar una esposa.
De pronto, la princesa le sugirió que tomara su anillo y se lo probara a su amiga, que tanto se parecía a ella. Danilo lo hizo y se sintió lleno de dicha cuando vio como la joya se deslizaba perfectamente por el dedo de la joven. En ese instante los dos se miraron a los ojos y descubrieron que se habían enamorado.
La boda se celebró a la mañana siguiente para regocijo del pueblo. El príncipe y su esposa fueron muy felices por el resto de sus vidas, junto con la princesa y sus hijos.
FIN
¡Sé el primero en comentar!