¿Sabes por qué el roble y el tilo siempre parecen ir de la mano, entrelazados en el mismo tronco? Eso es porque se aman mucho y nada, ni siquiera el tiempo, lograra separarlos ni hacer que se olviden el uno del otro jamás. En algún momento ellos también fueron humanos que se quisieron con fervor y vivían en la ciudad griega de Frigia.
Cuenta la historia que Filemón era un campesino muy pobre, que vivía en una casita humilde junto a su esposa Baucis. A pesar de tener tan poco los eran muy felices, pues lo único que necesitaban era al otro.
Un día, en el Olimpo, Zeus el padre de los dioses decidió bajar a la Tierra junto con Hermes, su fiel mensajero, para conocer el corazón de los hombres Disfrazados de mortales viajaron a pie por varios lugares hasta llegar a Frigia, donde incansablemente estuvieron tocando las puertas de sus habitantes para buscar asilo.
—Somos dos pobres viajeros que necesitan comer y descansar —decían, causando lástima con sus ropas harapientas—, por favor, déjennos pasar solo una noche.
Pero la gente de aquella ciudad, egoísta y mezquina como era, les cerraba las puertas en la cara sin siquiera dignarse a contestarles. Sin desanimarse, Hermes y Zeus continuaron caminando hasta llegar a la pobre vivienda de Filemón y Baucis, quienes al verlos tan fatigados enseguida les permitieron entrar. Aunque no tenían mucha comida, pusieron ante ellos las mejores verduras que les quedaban: coles, rábanos, unas aceitunas…
Los desconocidos les agradecieron por sus atenciones y empezaron a comer. Cuando Filemón se acercó a llenar de nuevo sus vasos de vino, se sorprendió mucho al ver que estos seguían llenos, y eso que desde que habían llegado no habían dejado de beber en ningún instante.
Entonces llegó a la conclusión de que aquellas personas debían ser dioses.
Palideciendo, Filemón pensó que los vegetales que les había servido no eran un alimento digno de ellos, así que le dijo a Baucis que tendrían que sacrificar el único ganso que tenían. Pero cuando estaban a punto de hacerlo, Zeus los detuvo.
—No hace falta que nos ofrezcan nada más, puesto que ya no nos lo han dado todo. Nos recibieron amablemente cuando nadie más en Frigia quiso abrirnos las puertas de su casa —dijo—. Las personas en esta ciudad son malvadas y egoístas, y hemos decidido que por eso vamos a destruirla. Pero ustedes se salvarán, suban con nosotros a lo alto de la montaña y en ningún momento miren atrás.
Filemón y Baucis acudieron a ellos al monte, y justo después cayó una inundación que destruyó todas las casas de Frigia, excepto la suya, que se convirtió en un templo. Por su generosidad, Zeus les concedió el único deseo que ambos tenían: tener la dicha de morir juntos.
La pareja se dedicó a resguardar el templo por el resto de sus vidas y cuando estas llegaron a su fin, se convirtieron en árboles que compartían el mismo tronco. Filemón fue un roble y Baucis un tilo.
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