Era un día soleado y muy bonito. Jesús había pasado toda la tarde enseñando a las personas, en las orillas del mar de Galilea. Una vez que terminó, se volvió y les habló a sus discípulos:
—Vayamos al otro lado.
Entonces, los trece dejaron a la multitud y se subieron a un bote para cruzar el mar.
Después de un tiempo navegando, surgió una gran y poderosa tormenta, que amenazaba con hacerlos naufragar. La tempestad fue tan grande que el barco estaba siendo cubierto por las olas y comenzó a llenarse de agua.
Mientras la tormenta sacudía el bote, Jesús estaba profundamente dormido sobre un cojín en la popa. Los discípulos fueron y lo despertaron y comenzaron a suplicarle que los ayudara:
—¡Sálvanos Señor; vamos a morir! ¿No te importa que nos ahoguemos?
Sin embargo, a pesar de la tormenta, Jesús estaba muy tranquilo. Él no tenía miedo de morir. Miró a sus discípulos y les dijo:
—¿Por qué tienen miedo? ¿Todavía no tienen fe?
Acto seguido, Jesús se levantó y reprendió a los vientos y le dijo al mar:
—Silencio, quédate quieto.
Enseguida, el viento se calmó y se quedó en completa calma. Todos los hombres estaban asombrados.
—¿Qué clase de hombre es este, que incluso los vientos y el mar lo obedecen? —se preguntaban los unos a los otros. Lo cierto fue que a partir de entonces, siempre tuvieron confianza en Jesús.
¿Sabes cuál es la enseñanza más importante de este cuento? Así como él tenía confianza, todos debemos tener fe para salir adelante. En ocasiones, la vida nos pone frente a problemas o situaciones que nos parecen muy difíciles, tal como la tempestad por la que tuvieron que atravesar él y sus discípulos. No obstante, con fe e inteligencia, cualquier obstáculo es posible de superar. Nunca te dejes llevar por el miedo.
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