Cuentan que hace mucho tiempo, Dios se puso a trabajar en el cielo para cumplir con un proyecto muy importante. Los ángeles, llenos de curiosidad al ver lo mucho que se esforzaban, se acercaron para preguntarle que era lo que estaba haciendo. El padre celestial sonrió y les respondió con mucha alegría:
—Estoy trabajando en mi mejor creación.
—¿Y de qué se trata exactamente? —volvieron a preguntar los ángeles.
—Es una criatura a la que le voy a dar seis brazos y cuatro pares de ojos.
—¿Tanto? ¿Pero para qué quiere ese ser todos esos ojos?
—Bueno —dijo Dios, secándose el sudor de la frente—, un par de ojos le va a servir para apreciar la belleza de las cosas que la rodean. El segundo le servirá para entender las acciones de los demás seres creados por mí. Con el tercero podrá leer en la mirada de los otros, para descifrar todas esas cosas que no dicen pero que sienten en el corazón. Y el último le permitirá apreciar mi presencia en los detalles más hermosos de la vida, como la paz que emanan los niños al dormir.
—Todo eso se oye fantástico —admitieron los ángeles—, ¿y qué va a hacer con tantos brazos?
—Dos brazos le serán útiles para desempeñar las tareas sencillas y complejas del día a día. El segundo par lo usará para acunar a sus hijos y brindarles confianza y ternura. Y tercero para levantarlos en cada instante que se caigan, ayudándolos a luchar por lo que es justo.
—¿Esta criatura va a ser inteligente, padre?
—Por supuesto, entenderá todos los temas difíciles, sabrá descubrir la belleza oculta en los lugares comunes y será capaz de encontrar luz, haya en donde reine la oscuridad.
—Pero exactamente, ¿para qué la estás creando? ¿Cuáles serán sus funciones?
—Estoy haciendo esta creación para calmar el llanto de los pequeños, para perdonar a quienes cometen errores, para motivar a los emprendedores y acompañar en cada uno de los instantes de la vida; inclusive si ya no se encuentra en el mundo, fisícamente.
Los ángeles se quedaron maravillados el escuchar todo lo que sería capaz de hacer aquel ser. Solo había algo que les preocupaba y era el aspecto tan frágil que poseía aquella criatura. ¿De verdad sería capaz de cumplir con todas las tareas que el creador pensaba encomendarle?
—Sé que mi creación no parece muy fuerte —dijo Dios, adivinando lo que pensaban—, no obstante su verdadera fortaleza se encuentra en su interior. Ella será capaz de afrontar todos los momentos difíciles de la vida, sin perder su dulzura y su esperanza. Y por sobre todo, jamás permitirá que ni sus hijos ni sus seres queridos, sean lastimados o se enfrenten solos a los peores obstáculos.
—¿Y cómo vas a llamar a este ser tan maravilloso, padre?
—Le daré un nombre que perdurará para siempre en la historia de la humanidad —confesó Dios, lleno de orgullo—. Esta criatura será lo más grande entre los hombres y la conocerán como: mamá.
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