¿Alguna vez te has dado cuenta de que cada Navidad, cuando uno mira al cielo, aparece una hermosa estrella que resplandece más que ninguna otra? Es la estrella más importante del cielo pues hace miles de años, fue la encargada de cumplir una importante misión.
Todo comenzó cuando Dios, nuestro padre bondadoso, decidió llamarla porque estaba preparando una fiesta. La estrellita había sido la más bella desde siempre, en todo el universo causaba admiración ante el Sol, la Luna y los planetas, por el maravilloso brillo que desprendía. Y ella, consciente de su belleza, se sentía como el astro más afortunado de todos.
—Te he llamado porque vas a iluminar el lugar más precioso sobre la faz de la Tierra —le dijo Dios— y únicamente tú, con todo tu esplendor, puedes brindarle la luz que necesita.
Muy emocionada, la estrella se puso su mejor vestido de playa y se fue volando hasta el punto exacto que le había indicado el Creador. Ya se imaginaba como de bello sería el sitio que le tocaba alumbrar, tal vez se encontrara con un inmenso palacio, con un templo sagrado o una mansión llena de lujos.
Grande fue su sorpresa y desilusión al ver que nada de aquello había en el lugar. Lo único que podía ver era un pesebre pequeñito, muy pobre y descuidado, en el que una pareja humilde de viajeros se resguardaba del frío con su bebé. Al mirarlo todo con atención, la estrella se sintió muy indignada.
—¿Pero qué lugar tan horrible es este? Yo creí que iba a iluminar un sitio mejor, más hermoso y elegante. ¡No pienso desperdiciar mi brillo en ese establo tan maloliente!
Los ángeles del cielo intentaban calmarla, asegurándole que Dios sabía lo que estaba haciendo. Pero ella estaba tan furiosa, tan ofendida y llena de egoísmo, que de pura rabia ardió hasta consumirse por completo. Los ángeles se lo informaron muy angustiados a Dios.
—Vayan a buscar a la estrella más pequeñita y humilde del cielo —les aconsejó él—, tal vez ella, con su bondad y sencillez, quiera hacerse cargo de esta importante tarea.
Cuando los ángeles fueron a buscarla, la estrellita se puso tan feliz de ser tomada en cuenta que no lo pensó dos veces. Ella misma sabía que era insignificante, pero prefería pasar el tiempo riendo con sus amigas y viéndole el lado bueno a las cosas, en lugar de amargarse la vida. Cuando llegó al pesebre, lo primero en lo que se fijó fue en el precioso bebé que dormía entre los animales.
La estrella sintió tanto amor hacia él, que se esforzó por brillar al máximo y su resplandor se intensificó de tal manera, que pronto el lugar se llenó de luz y tres reyes sabios de Oriente encontraron su camino hasta el portal.
Como recompensa por su humildad y generosidad, Dios convirtió a esa estrella tan diminuta en una estrella fugaz, con el poder de guiar y conceder deseos. Y cada Navidad ella vuelve a salir, feliz de brindar esperanza al mundo.
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