La noche antes de Navidad, un niño se acercó hasta Papá Noel para hacerle una pregunta.
—Dime querido Papá Noel, ¿cómo es que cuando viajas alrededor del mundo, visitando las casas de todos los niños y niñas, nunca se te acaban los obsequios? Debes pasar por miles de hogares, tal vez por millones de árboles navideños. Sin embargo, yo veo que tu saco siempre está lleno, ¿es que nunca se ha vaciado mientras bajas por las chimeneas?
Papá Noel le sonrió con dulzura.
—Vaya pregunta tan complicada que me has hecho, ¿no quieres mejor que te de un juguete?
El niño negó con la cabeza y Papá Noel suspiró.
—Bien, voy a contarte un secreto. Pon mucha atención pues se trata de algo muy triste pero también, te volverá mas sabio. La verdad es que costal es mágico, dentro puedo guardar millones y millones de juguetes. Sin embargo, aunque cada Nochebuena visito a todos los niños y niñas del mundo, no siempre puedo dejarles regalos.
—¿Por qué no, Papá Noel?
—Porque los juguetes no son suficientes para llenar el vacío que hay en sus hogares. En algunos hace falta la comida, en otros el amor, algunos tienen familias que están muy rotas y hay muchos en los que los niños sufren. ¿Qué puedo hacer yo ante tanta tristeza? Los obsequios que llevó en mi saco son alegres, no pueden reparar todas las carencias que hay en esas casas.
—Pero Papá Noel, si esos niños no pueden recibir regalos tuyos, ¿entonces por qué vas a visitarlos?
—Para darles consuelo. Cada vez que entró en una casa triste, me acercó en silencio hasta las camas de los niños y beso sus frentes. Rezó una oración por ellos, para que algún día puedan recibir el verdadero espíritu de la Navidad en sus corazones, ese que sigue presente en el alma de los niños que no recibe nada, pero que siempre están dispuestos a dar.
—¿Y eso funciona, Papá Noel?
—Muchas veces. Si Dios ha oye mis plegarias, el año siguiente cuando regreso, los hogares por los que recé se convierten en casas llenas de luz y de amor. No es fácil pequeño, poder dejar mis regalos en algunos lugares y tener que rezar por otros. Sin embargo es lo mejor que puedo hacer por esos niños, pues mediante la oración, Dios puede aliviar todas nuestras penas. Por eso mi saco nunca se ha quedado vacío. De él sale alegría y amor, porque lo lleno con esperanza. Y cada vez que pido por los niños del mundo, más lleno se pone. ¿Quieres saber otro secreto?
—¿Cuál es?
—Tú también tienes un saco propio, que nunca se vacía. Esta lleno de amor y de magia. Y no es otro que tu corazón. Si quieres ayudarme esta Navidad, ábrelo y comparte todo lo que tienes con quienes más lo necesitan: los juguetes, tus dulces, incluso tu amabilidad. Dime, ¿has aprendido algo?
—Claro que sí, Papá Noel. No hay nada más valioso que el amor que podamos brindar a los demás.
¡Sé el primero en comentar!