Allá por el Polo Norte, iba un oso polar caminando y observando las pisadas que dejaba en la nieve. De repente escuchó un ruido extraño detrás de un glaciar. Curioso, fue a mirar y se llevó una gran sorpresa. ¡era nada más y nada menos que Papá Noel!
—Vaya, ¡pero si ahora que me acuerdo pronto va a ser Navidad! —exclamó el oso— ¿Será por eso que ha venido a visitarnos? Mejor voy y doy aviso a los otros osos.
Y así, el oso fue a buscar al resto de su familia, que muy extrañados acudieron a ver al hombre vestido de rojo. Se veía muy cansado y al sentirse observado por todos, se despertó y sonrío.
—Papá Noel, ¿acaso ya es Navidad? —le preguntaron.
—No, pero ya casi va a serlo.
—¿Entonces qué haces aquí? ¿Por qué decidiste adelantarte?
—Lo que pasa es que cada año me pongo más viejo y me siento más exhausto. Tanto así, que he pensado que tal vez no pueda entregar todos mis regalos.
—¡Oh no! —exclamó un oso—, ¿eso significa que este año no habrá Navidad?
—Desde luego que no —dijo Papá Noel.
—Pero sin regalos, ¿cómo lograrás que la gente se llene con el espíritu navideño?
—Los regalos no tienen nada que ver con eso. Déjenme contarles una pequeña historia: Hace muchos años, surgió una hermosa estrella en el cielo más brillante que ninguna. Todos los pastores que estaban en la Tierra, protegiéndose del frío, se quedaron anonadados cuando ella les habló. «Vayan a Belén, porque el Hijo De Dios acaba de nacer allí y viene a ofrecerles todo su amor». De inmediato, los pastores se pusieron en marcha hacia ese lugar, donde descubrieron a un niñito bello dentro del más humilde establo. Esa Nochebuena, al contemplar su sonrisa, comprendieron que estaban ante el regalo más valioso de todos.
—¡Pero qué historia más bonita! —dijeron los osos.
—Ahora saben porque la Navidad no depende de los regalos, sino del amor que nos tengamos los unos a los otros. Tal y como Dios nos lo enseñó al enviar a su hijo al mundo.
Los osos polares estaban tan conmovidos por el cuento de Papá Noel, que decidieron ayudarlo para que pudiera descansar un poco más y entregar sus regalos a tiempo. Fueron hasta su taller ubicado en la punta más lejana del Polo Norte, donde asistieron a los elfos que ensamblaban juguetes y cargaban el trineo. Entre todos, consiguieron acabar con los preparativos a tiempo y luego Papá Noel se fue a volar por el mundo, no sin antes agradecer a sus nuevos amigos por sus nobles acciones.
Esa Navidad también fue la más valiosa para los osos polares. Cantaron y cenaron con los elfos, compartieron felicitaciones y sobre todo, se recordaron los unos a los otros cuan afortunados eran por estar juntos.
Como ellos, ojalá que tú también hayas disfrutado en grande de esta Navidad. Y sin importar los regalos que recibieras, que pudieras pasarla junto a toda tu familia con mucho cariño.
¡Sé el primero en comentar!