Si bien hoy en día se habla mucho acerca de la importancia de educar a los niños sin violencia, las amenazas siguen siendo un recurso que utilizan muchos padres para asegurar su obediencia; muchas de ellas no son vistas como algo negativo, a diferencia de los golpes o las malas palabras.
No obstante, si tienes la costumbre de amenazar a tu hijo o tu hija cada vez que hacen un berrinche o se niegan a escucharte, podrías estar cometiendo el más grave error.
Incluso las advertencias del tipo, «¡si no limpias tu cuarto, voy a tirar tus juguetes a la basura!» o «¡si no te comes todo, no te voy a dejar la televisión!», pueden resultar contraproducentes en la enseñanza de los más pequeños.
Pues aunque los niños nos obedezcan, hay algo mucho más importante que será difícil recuperar con el tiempo: su confianza.
¿Por qué no deberíamos usar amenazas para educar a los niños?
- Amenazar es convertirlos en personas sumisas. Tal vez sea bueno que obedezcan a sus padres, pero puede que se acostumbren a hacer todo lo que otros les digan, sin cuestionarse nunca el porque de las cosas. Y ello los convertirá en jóvenes más susceptibles al abuso y la manipulación.
- Los chicos no entienden a hacerse responsables de sus actos. Es más importante explicarles el porque deben cumplir con ciertas obligaciones, que intimidarlos para que lo hagan. Al hablarles de una manera amable pero decidida, los niños adquieren criterio propio y empiezan a tomar responsabilidad como si fueran pequeños adultos.
- Se convierten en personas frustradas. Las amenazas son algo que funciona por tiempo limitado; cuando los chicos crecen, no solo van perdiendo el miedo, sino que toman las palabras amenazantes de sus padres como un desafío personal. Es por eso que muchos adolescentes empeoran en su comportamiento, por más duras que sean sus familias con ellos.
- Miedo no es lo mismo que respeto. Tú no quieres que tus hijos te vean como alguien a quien se debe temer, sino que te amen y te respeten como tú lo haces con ellos. Para lograrlo, debes dar el ejemplo y tolerarlos aun en sus peores momentos. Los niños absorben cada comportamiento de su entorno, incluyendo la madurez emocional de sus padres.
- No es bueno para su autoestima. Finalmente, ser criado entre amenazas es perjudicial para que los chicos crezcan amándose a si mismos. Uno no puede aceptarse como es, cuando todo el tiempo le han enseñado implícitamente que es una mala persona. Al amenazar a tu hijo o hija, le haces ver que no tiene tu confianza.
Realmente, existen formas mucho más positivas de lograr que los niños hagan caso y se conviertan en personas responsables. Pedirles que hagan algo con voz tranquila y serena, sin ceder a sus llantos, les hará ver que no se puede negociar con sus padres, pero a la vez que no deben tenerles miedo.
Recuerda que la mejor figura de autoridad no es aquella que castiga, sino la que enseña con amor y paciencia.
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